El rey que pretendió matar al Verbo de Dios

 
 
 

El anuncio del nacimiento de Jesús no había sido grato para Herodes. En su interior, el perverso monarca quería deshacerse de todo aquel a quien considerara como amenaza a su corona. Pero Dios frustró su conspiración e impidió que los sabios regresaran con él para contarle donde podía encontrar a Jesús.

Al ver arruinados sus planes, la cólera de Herodes hirvió y se mostró como realmente era: un maniático y abusador de su poder que no le importaba ni la vida de sus propios gobernados, con tal de mantenerse en el trono. Fue así como ordenó el asesinato de todos los niños menores de dos años que vivían en Belén (Mateo 2:16).

Dios salvó a María, José y al bebé Jesús del genocidio ordenado por Herodes, luego que un ángel les dijera que huyeran a Egipto hasta la muerte del monarca, la cual ocurrió cuatro años después.

El asesinato masivo de bebés ordenado por Herodes nos recuerda que la maldad a causa de quienes abusan de su cargo es una realidad desde hace varios siglos y capaz de traer desolación y terror a la gente, como lo hizo con las madres de los indefensos inocentes que fueron ejecutados.

También nos recuerda que el Evangelio no siempre será bien recibido entre las personas en eminencia. Muchos gobernantes limitan la libertad religiosa en nuestros días e incluso persiguen a cristianos por el hecho de practicar y compartir su fe; pero Dios se encarga de lidiar con los poderosos de la tierra, así como lo hizo con Herodes, quien, según la historia, murió a causa de una terrible enfermedad que combinaba insuficiencia renal con sarna y problemas psiquiátricos.

Pero, ante toda esta adversidad que se narra, nunca debemos olvidar que ningún poder terrenal podrá detener el avance del plan de Dios, ya que Él mantendrá a salvo a sus hijos.

Asimismo, el anunciamiento del nacimiento de Jesús debe seguir llevando consolación al corazón angustiado y, como hijos de Dios, debemos brindar esperanza y restauración con el Evangelio a todos los oprimidos y quienes sufren injustamente.