María, la mujer que trajo el Verbo de Dios al mundo

 
 
 

En el pequeño pueblo galileo de Nazaret, una sencilla joven llamada María pasaba su tiempo esperando a que llegara el día en que se casaría con el carpintero José, un descendiente directo del rey David. Aunque su porvenir parecía marcado, Dios cambiaría sus planes por completo.

Gabriel, un ángel mensajero de Dios, se apareció prodigiosamente frente a ella con un saludo singular: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1:28).

Que un ser celestial se dirigiera a ella de esa forma, hizo que María “se turbara” (Lucas 1:29). Otras traducciones bíblicas señalan que las palabras de Gabriel dejaron “perpleja” y “perturbada” a la joven virgen. ¿Qué habrá pasado por su mente?

A lo mejor pensó en cómo una muchacha de su formación y condición social podría estar presenciando algo tan extraordinario, o cómo esto podría afectar sus planes en su futuro matrimonio. Gabriel fue consciente de la turbación que María sintió al contemplar algo tan asombroso y le dijo: “No temas” (Lucas 1:30).

Luego, el ángel continuó su mensaje con un anuncio todavía más maravilloso: María concebiría siendo virgen y traería al mundo al Hijo del Dios Altísimo, el Verbo hecho carne, de la misma naturaleza del Padre Celestial (Lucas 1:32).

La joven creyó al anuncio del enviado, pero todavía no salía de su turbación y solo alcanzó a preguntar: “¿Cómo será esto?” (Lucas 1:34).

Su duda era comprensible, ya que ella era virgen y en aquella época no existían las tantas formas alternativas de concepción que conocemos en nuestros días. Gabriel aclaró las dudas de María, al declararle que concebiría por obra del Espíritu Santo, y agregó que Dios ya había hecho algo extraordinario en su familia, al prometerle un hijo a su anciana parienta Elisabet.

El enviado de Dios cerró su anunciamiento con una poderosa declaración: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).

María cambió su turbación por obediencia al propósito divino de traer por medio de ella al Salvador del mundo. Las palabras del mensajero celestial calmaron su temor y la doncella aceptó, sin saber todo lo que implicaría su trascendental misión en el plan de redención para la humanidad.